domingo, 27 de febrero de 2022

Diezmar: están locos estos romanos

 


Cuando Obélix dice eso de “están locos estos romanos” no le falta razón y es que para algunas cosas los romanos eran un poquito brutos. Si sus legiones fueron invencibles durante varios siglos fue, en gran medida, por la férrea disciplina que demostraban en batalla y ello se debía tanto a la buena preparación de los legionarios fruto de una vida dedicada al servicio militar, como a los durísimos castigos que debían afrontar en caso de incumplimiento del deber.

Los castigos físicos eran muy habituales y las faltas más leves eran castigadas con azotes propinados por el centurión con su vitis, una vara corta hecha de sarmiento de parra. El centurión tenía potestad para decidir que se consideraba falta leve con lo que tenía bastante manga ancha a la hora de castigar. Para penas mayores, especialmente de muerte, se precisaba la aprobación de oficiales superiores. Si un soldado abandonaba su guardia o se quedaba dormido era condenado a muerte por apaleamiento o lapidación. Los ejecutores eran, además, sus propios compañeros cuyas vidas había puesto en peligro el infractor. Se repartían unas varas de madera entre los legionarios, el sentenciado era despojado de sus ropas y, desnudo, era rodeado por los demás. En cuestión de minutos era molido a palos  hasta morir. Las deserciones se castigaban con igual dureza pero con una muerte considerada indigna, la crucifixión. Con semejantes castigos es fácil suponer que las deserciones o incumplimientos del servicio se redujeron a la mínima expresión en el ejército romano.

Una de las acepciones que el DRAE da para la palabra diezmar es “castigar a uno de cada diez cuando son muchos los delincuentes o cuando son desconocidos entre muchos” Para encontrar el origen de este significado hay que remontarse, de nuevo, al Imperio Romano, en concreto al peor castigo que podían sufrir las legiones. Si una legión era considerada culpable de cobardía, de abandono ignominioso del campo de batalla o de amotinamiento, se podía imponer la pena de la decimatio (diezmo). Diezmar una legión consistía en matar a uno de cada diez legionarios. Divididos en grupos de diez, los soldados debían echar a suertes, sin distinción de rango, quien era el desafortunado que iba a morir y el elegido era ejecutado por los otros 9 a palos o lapidado. Si se negaban podían ser condenados todos y una vez pronunciada la “sentencia” los legionarios no podían apelar a nadie ya que el general al mando de una Legión era la máxima autoridad y gozaba de plenos poderes sobre sus hombres.  Este castigo nunca fue habitual ya que resultaba contraproducente por desmoralizante y es que lo de moler a palos a un compañeros no contribuía a levantar el ánimo de nadie y predisponía a la tropa contra el general que ordenaba la matanza. Aún así hay testimonios de ello. Durante la revuelta de esclavos liderada por el tracio Espartaco, entre 73 y 71 a.C., Marco Licinio Craso recibió el mando de seis legiones de nueva formación que se sumaron a las dos supervivientes de los anteriores cónsules Léntulo y Gelio, que habían sido derrotadas por Espartaco. Craso consideró que la derrota frente a una turba de esclavos era una vergüenza para las armas de Roma y ordenó la diezma de dichas legiones. Una legión de aquella época venía a constar de unos 5.000 hombres así que podéis haceros una idea de lo dramático que resultaba el castigo. Cada legión se dividía en diez cohortes y podía darse el caso de que el castigo se aplicase, exclusivamente, sobre una de ellas también por sorteo. Los soldados supervivientes debían dormir fuera del recinto del campamento, con el peligro que ello entrañaba, y se les cambiaba su ración de trigo por cebada. 


viernes, 25 de febrero de 2022

Parte semanal: habla el generalísimo Franco.



Españoles, tenemos el honor de presentaros las declaraciones en exclusiva de su excelencia el Jefe del Estado, generalísimo Franco, ante la terrible situación que azota nuestro querido y viejo continente. 

Inauguramos así, de la mejor manera posible, nuestro parte semanal en el que tendrán ustedes conocimiento de todo cuanto acontezca en el mundo y en nuestra querida patria.






 

miércoles, 23 de febrero de 2022

Ortemius, el sabio loco.

 



Nadie puede afirmar con seguridad cuándo perdió la cabeza pero si preguntas, todos te dirá anque fue entonces cuando Ortemius, el que fuera discípulo aventajado del gran alquimista Andión Flûmen, se hizo sabio. Es cierto, no mentiré, que su comportamiento era errático la mayor parte del tiempo y que mantener una conversación con él no era fácil si uno no estaba dispuesto a dejar de lado las más elementales reglas de la lógica. Ortemius nunca daba una respuesta directa, a veces ni siquiera daba una respuesta, o eso afirmaban las decenas de incautos y advenedizos, egoístas ávidos de saber que trataban de aprovecharse de él creyendo, sin saber con quién trataban, que a Ortemius era posible engañarlo. 

Ortemius, que ya era viejo cuando mi abuelo era un joven, siempre me dijo que para saber hay que ser paciente y estar dispuesto a no avanzar ni un solo paso. En la aparente quietud de la inmovilidad de las cosas y en la perseverancia, repetía, está el conocimiento. Durante muchos años no entendí aquella sentencia en la que se basa el ancestral saber alquímico.

Antes de que los Grandes Pesares asolaran estas tierras, Ortemius ya era conocido como el sabio loco y es curioso cómo entre la gente siempre pesó más lo segundo que lo primero. Veían en él a un orate y no al hombre sabio que era. No digo que no estuviera loco, que sin duda lo estaba, pero su locura era una locura sincera y bondadosa, repleta de un conocimiento y de una sapiencia que él estaba dispuesto a compartir con quien lograse descifrar su intrincada y compleja mente. Supongo que para eso hacía falta paciencia y algo de suerte. Él, sin embargo, no se tenía por loco, se veía más bien como un profeta que ha olvidado su mensaje y por eso ansiaba tanto encontrar a alguien que le entendiese y pudiese descifrarle. Hablar con Ortemius, el sabio loco, era como leer un libro escrito en una legua desconocida en una habitación en penumbra. Era emocionante e inspirador. Terrorífico y desesperante.

La vida de Ortemius no debería caer en el olvido y es por ello que me dispongo a narrarla en las páginas que vais a leer a continuación. Lo haré sin aparente orden ni concierto, pues así funcionaban mi maestro y su intrincada mente, aunque con el tiempo aprendí que con él, con Ortemius, nunca nada sucedía por azar y todo escondía un significado oculto. Si desesperas en la lectura de estas memorias que yo, un humilde aprendiz, pretendo relatar, es que sencillamente no estás preparado para comprender al sabio loco y su mensaje. Tal vez ni yo mismo lo esté, quién sabe. He aquí la historia, las historias, de Ortemius el más grande hombre que fue, es y será. El discípulo que se convirtió en maestro. El maestro que alcanzó la sabiduría tras abandonar la razón. El sabio que se tornó en loco. El loco que me devolvió la cordura.

martes, 22 de febrero de 2022

De casas y casados

 


En esto de las casas, que no son sino edificios para habitar, caben tantas reflexiones como personas habitan este loco mundo. Como juego, el de las casas, el Daes dae´mar digo, el de esa saga inmensa que es "La rueda del tiempo" es más bien enrevesado, intrigante, agónico y desquiciante  pero tiene un punto atractivo para quien tenga más paciencia que el santo Job. La misma que tenemos los sufridos habitantes de este país llamado España cuando observamos, entre la chanza y el bochorno, el monumental desbarajuste en el que anda sumida la política española, tal es éste que cuando uno la observa viene a ser como el juego de las casas pero en versión cutre y salchichera. 

La palma sin duda se la lleva en los últimos días cierto partido putativo que al parecer no se casa con nadie, o sí, depende de a quién preguntes. Y digo lo de putativo, por que si un padre lo es, putativo, es porque se le tiene por tal... sin serlo. Pues lo mismo le pasa al partido en cuestión, y yo diría que a todos en general, que a lo mejor alguien lo tenía por el partido de sus votantes o como mínimo de sus militantes... sin serlo. Los partidos se casan y este partido putativo no es una excepción, esta casado. Y si pensaban ustedes que lo de contraer matrimonio era cosa solo de personas, se equivocan. Otra cosa es que la unión, el desposorio, tenga un futuro más bien incierto aunque en estos del matrimonio ya se sabe que cualquier cosa es posible.

Se conoce que al Casado le place la frase que otro de las Casas, de nombre Bartolomé, pronunció en  su día "Rex qui sedet in solio iudicii, dissipat omne malum in tuito suo" que traducido al román paladín, sin duda más vulgar pero más inteligible para la gran mayoría de nosotros, quiere decir "El Rey que está sentado en el solio del juicio disipa todo mal con su mirada"

Y ahí anda cual Quijote, don Pablo, mirando fijamente a quién sabe dónde y pensando quién sabe qué. Mirando para disipar un mal que no parece querer disiparse, un mal que entre unas y otros han esparcido como la mierda esa del ventilador, haciéndonos un flaco favor a los españoles en general, hasta a los más alejados ideológicamente del partido putativo este. Porque al final, y según nos venden esto de la democracia, los partidos ya sean putativos o legítimos, deberían ser la casa de los ciudadanos, el edificio en el que deberían habitar nuestros deseos, anhelos, exigencias, dudas, proyectos... el lugar en el que a través de unos individuos de profesión políticos (permítanme ustedes el uso del masculino genérico, que siendo lo correcto, no implica discriminación ni mala fe de ningún tipo, más bien ahorro y buen hacer gramatical) deberíamos ver como esos programas, esas propuestas que lanza cada casa, intentan llevarse a cabo y nuestros problemas, los del día a día, que son los que al final más agobian, intentan ser solucionados. Pero no...

Esto de la democracia es como el trayecto en carruaje que llevó al bueno de Jonhatan Harker al castillo de cierto conde con una desmedida afición por la sangre: "Bienvenido a mi casa, entre libremente por su propia voluntad y deje parte de la alegría que trae consigo" Así, así te reciben en un partido político de esos y al final te das cuenta de que lo que has dejado no es una parte de la alegría que traías contigo, sino la Fe en un sistema disfuncional y a la deriva. Un sistema que como una casa en ruinas no parece tener más arreglo que el derribo total.

RELAJAR: no es oro todo lo que reluce

  Si preguntamos por ahí que sensaciones experimenta la gente ante el verbo relajar , la mayoría responderá con palabras positivas. Cuando u...