Si preguntamos por ahí que sensaciones experimenta la gente ante el verbo relajar, la mayoría responderá con palabras positivas. Cuando uno se relaja “esparce o distrae su ánimo con algún descanso” y cuando le dices a alguien que se relaje no le dices, ni más ni menos, que “afloje, laxe o ablande” o lo que es lo mismo, que se lo tome con calma. Cuando yo me relajo y “consigo un estado de reposo físico y moral, dejando los músculos en completo abandono y la mente libre de toda preocupación” me siento en la gloria más absoluta y procuro alargar ese estado el máximo tiempo posible. Más allá de la relajación física y/o anímica, relajar también quiere decir “aliviar o reducir a alguien la pena o castigo” cosa que, admitiréis, siempre viene bien si uno es el condenado y además, si nos metemos en un fregao por culpa de un juramento o voto hecho a la ligera, y sin pensar en las consecuencias, nos pueden relajar del mismo y volvemos ser libres como pajarillos para hacer de nuestra capa un sayo. Así pues y visto lo visto relajar es siempre algo positivo ¿o no?
Pues depende. Si uno va a Uruguay
lo de relajar ya no tiene tanta gracia. Si tu jefe te relaja, ándate con ojo
por que te estará “amonestando o
reconviniendo severamente” y si ves a alguien “armar escándalo o crear confusión” estará la mar de relajado. Es
más, si alguien está muy tenso y nervioso y le dices “Oye tío, relaja un poco”
no te extrañe que se empiece a “insultar
mucho a alguien” (posiblemente a ti) porque ese es el significado coloquial
del dichoso verbo en el pequeño país suramericano.
Y esto es en pleno siglo XXI
porque hace unos cientos de años la palabra relajar o relajado tenía un
significado adicional mucho más macabro y penoso. Imagino que sabréis que
antaño, en nuestra hispánica Monarquía (que se llevó la fama mientras otros
cardaban la lana) y en el resto de Europa, eran bastante aficionados a enviar a
la gente al brasero (otra palabra que hoy día tiene un significado de lo más
inocente y que entonces hacía referencia a la hoguera en la que se quemaba a
los condenados) Pues bien, los tribunales que juzgaban estas cosas propias de
herejes, judaizantes, brujas, sodomitas, blasfemos y demás solían ser
tribunales eclesiásticos, en nuestro caso la archiconocida y vapuleada Suprema
y General Inquisición. Estos tribunales, representantes de la Iglesia, eran muy
respetuosos con las leyes de Dios y dado que uno de los mandamientos dice “no
matarás” no se ensuciaban las manos con la ejecución de las sentencias a muerte
si no que “entregaban a la justicia
secular al reo digno de pena capital” para que fuera esta, la justicia del
Rey, la que procediese al encendido y quema de los desdichados de turno. El
término relajar o relajado aparece con mucha frecuencia en la documentación
moderna relativa a procesos inquisitoriales y como veis había poco de reposo físico
o mental en ello. Cosas de la Iglesia.
En breve espero tener listo un
artículo sobre el proceso inquisitorial y la diferencia entre la Inquisición
española y tribunales similares en el resto de Europa y es que a nosotros nos
colgaron el sambenito mientras en el resto de Europa se hacían barrabasadas a
troche y moche, sin coto ni control a la par que imprimían libelos que
extendían la leyenda negra que aún pesa sobre la Monarquía Hispánica y la
Inquisición. Quemar, quemaron todos, pero veremos que unos, los tribunales
hispánicos, menos y con más control que
el resto pese a la fama que sobre ellos pesa.