En unos meses espero tener publicada mi primera novela, un delirio sin sentido que seguro os va a encantar, os dejo un anticipo que no será el último...
"Llevaba empinando el codo desde hacía más de dos horas así que se levantó como buenamente pudo y tambaleante abrió la portezuela de aquel inmundo barracón al que alguien, estirando el concepto de eufemismo al máximo, había decidido llamar bungaló. El dueño del camping, el mismo que le había colocado hasta la última botella de aquel licor asqueroso que nadie quería, estaba allí plantado con cara de pocos amigos.
—¿Señor Colante? —se
trataba de un tipejo de aspecto deleznable que olía a rancio. Bizco, con un
pelo lacio y grasiento que se le pegaba a la frente sudorosa, barba de cinco
días y un muñón donde debía estar la mano izquierda. Es de suponer que el hecho
de ser manco le tenía amargado y esa era la fuente de su permanente antipatía. Lo
del olor se debía simplemente a que el sujeto era un guarro de tomo y lomo que
no se acercaba al agua ni para beberla.
—Sí, dígame, señor
Raboprieto —A Tale aquel hombre, como todos los hombres de aspecto infame, le
daba un poco de miedo.
—En mi oficina hay
un individuo que pregunta por su señora —Grumo Raboprieto observaba con
desprecio a aquel borracho indecoroso que le había abierto la puerta con cara
de pasmo y ojos resacosos. Pese a todo había decidido avisarle y es que no era
tan mala persona como los demás creían —. En mi humilde opinión debería usted hablar
con él.
—¿Yo por qué? ¿No
dice que pregunta por mi esposa?
—Así es, pero me
parece a mí que se la quiere cepillar.
—¿Que se quiere
cepillar qué? —preguntó Tale buscando con la mirada su botella de hidromiel.
Para variar no había entendido nada de lo que le decían.
—A su mujer.
—¿Cariño, quieres
cepillar algo? —gritó Tale mientras el señor Raboprieto se llevaba la mano a la
cara suspirando.
Aquel imbécil era el único
ser humano capaz de estar borracho y resacoso al mismo tiempo y aquello
acentuaba su estupidez de manera lamentable.
—Señor Colante le
estoy diciendo que hay un hombre en mi oficina que tiene toda la pinta de ser
el amante de su mujer.
Tale seguía
mirándole con la misma cara de alelado ignorante.
—¡Que se la quiere
follar! —gritó desesperado el gerente del camping.
—¿A quién? —replicó
Tale sobresaltado.
—Señor Colante, ¿Habla
usted mi idioma? ¿Entiende algo de lo que le digo? —preguntó Grumo desesperado.
Al fin y al cabo, qué le importaba a él lo que aquella furcia desgraciada
hiciese.
—Sí, sí.
—Sí, sí ¿qué?
—Que sí, que hablo
su idioma.
—Si usted lo dice.
—Lo digo, lo digo
—afirmó Tale tremendamente confundido. No quería parecer tonto, pero se había
olvidado qué narices hacía el señor Raboprieto en su barracón. Le dolía mucho
la cabeza y tenía la boca igual de seca y pastosa que aquella vez que se comió
un bocadillo de polvorones con harina.
—Olvídelo. Le diré
a ese tipo que venga para acá y ya se apaña usted con él."
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